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Si el tiempo cupiera en un zapato,

habría tantos tiempos como pies pasean por la ciudad.

Habría tiempos de charol y otros de piel curtida.

Tiempos pequeños, grandes y medianos.

Su caminar marcaría ritmos y

tal vez dos zancadas serían un instante (en ese caso, ¿la intensidad de la longitud del paso, influiría en el tiempo?).

El tic tac de los escarpines nos conduce al umbral de una puerta dorada.

El piso es pequeño, casi claustrofóbico. Está limitado por sus ocupantes

como los primeros segundos de un minuto (de qué extremidades es lo de menos).

Seguidos pero distantes.

La dueña del son femenino no sabía a qué grupo pertenecía y era una decisión que sólo los superiores podían tomar. Qué es lo que distinguía a un grupo de otro...

Es un misterio.

Entró y se perdió transfigurando el pasillo rosado.

Con su simétrica sucesión carmesí.

Como entidad irreverente...

Acaso indolente divinidad.

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